Les escribo de madrugada. Necesita el corazón encontrar una pausa, y la mente, la lucidez necesaria para afrontar el folio en blanco sobre el que volcar las emociones. Las matemáticas y cálculos han empezado otra vez a colapsar cualquier intento coherente de explicar el tránsito entre el cielo y el infierno de una dura temporada.
Busco en la cocina aquello que no encuentro en el sofá sentado. Quisiera hablar del gol, de la reiterada injusticia, como aquel canciller alemán que dijo “permitirla es abrir el camino a todas las que siguen”. También sopeso mencionar la épica, de un partido real, no imaginado, mientras ya he pasado por todas las estancias de la casa, tratando de entender qué coño de sufrimiento es esto.
El equipo fue la representación futbolística del yin-yang; buen ataque, tierna defensa. Pacheco paró la que no entró y el cuarto, y concedió un poco del primero y mucho del tercero que parecía la sentencia; Oscar fue acogido con el cariño del que lo asume como parte de uno mismo, Brian seguía produciendo centros desde su factoría en un costado izquierdo que nos trae al Cabrera que tanto hemos echado de menos, juego de pies mediante. El valiente del grupo fue Montes, haciendo labores de mediocampista, esa novedad que explotan ahora los entrenadores 2.0. Su gol fue el origen de la locura, en una retaguardia que completó Calero, sacado del medio y por donde provocaban superioridad los rojiblancos.
La creación, jugando a tumba abierta, se desgastó en exceso y Denis volvió a recaer en ese fútbol bajo cero que no casa con la temperatura de las necesidades; Nico sigue enseñando que su crecimiento le aproxima a ser diferencial y Darder, siempre él, se desgastó en la labor de otros, dejando el mensaje a la banda a evitar en las dos finales a muerte que nos quedan: se necesita hormigón para una buena construcción.
Con el partido convertido en avalancha, Puado surfeaba para provocar un penalti que a la red lo llevó Joselu, que no hizo el cuarto porque colapsó, igual que mis dedos tratando de poner bien las consonantes del portero atlético: GRBIC.
Un bravo Aleix que se pasaba de frenada, el mejor Expósito del curso tirando de arrebato y Vini, volcado en cuerpo y alma, fueron las soluciones para una remontada que contó con un Pedrosa que tiene al Atleti enfilado y Braithwaite por si nos servía su velocidad y ‘por si las moscas’.
El relente, que decía mi padre, me saca del balcón en el que he acabado tecleando. No sé si me explico lo que hoy ha pasado. Creo que ahora sé lo que quiero contar. Lo tengo en un libro. Es LA SOCIEDAD DE LA NIEVE, el testimonio de los 16 supervivientes uruguayos del accidente de avión en Los Andes de 1972, popularizado en la película VIVEN de 1993. Me quedo con los últimos apuntes del epílogo. Es de Gustavo Zerbino y con su afirmación termina la obra por donde empieza la historia: “acá, la única opción es la vida, pelear por ella ignorando el resultado …”.
Discusión sobre este post