Duro golpe para el Espanyol en Butarque. El equipo de Manolo González cayó con claridad (3-1) ante un Leganés que se jugaba la vida y lo demostró desde el primer minuto. Los pepineros salieron a por todas, y con fútbol, intensidad y mucha más fe, se llevaron un triunfo que les permite seguir soñando con la salvación. Para los pericos, en cambio, fue una de esas tardes para olvidar, en las que todo sale torcido y el rival te pasa por encima. Los goles de Raba y Diamande —el mejor de la primera parte, y con diferencia— premiaron el buen inicio del equipo de Borja Jiménez, que fue superior en todo: en las llegadas, en la presión, y sobre todo, en las ganas. El Espanyol tuvo su oportunidad para adelantarse en un cabezazo de Edu Expósito, pero se quedó ahí. Tras el descanso, Manolo intentó mover piezas. Quitó a Král y Calero, y metió a Tejero y Veliz. Pero el cambio de dibujo no tuvo el efecto buscado. El equipo seguía atascado y, para colmo, llegó el susto: Joan García se jugó la roja en una salida muy arriesgada. Por suerte, todo quedó en un susto… aunque minutos después llegaría otro golpe, más doloroso: gol en propia de Kumbulla y 3-0. El Espanyol reaccionaba al final: el primero para los nuestros lo anotaba Cabrera de cabeza, en un rechace de otro cabeceo de Cheddira a la cruceta en el 79, y en la última jugada del encuentro Pere Milla hacía el 3-2. Todoo demasiado tarde. La derrota deja al Espanyol con la permanencia aún en el aire y la sensación de haber desperdiciado una oportunidad de oro para sellarla con tiempo. Toca levantarse rápido, porque el jueves llega el derbi. Y ahí no valen excusas.