En los últimos días, la presentación de la novela Hijos del Gol Sur, escrita por el ex consejero del RCD Espanyol Robert Hernando, ha generado cierta polémica a raíz de un momento puntual vivido al final del acto. Ante el revuelo en redes sociales y algunas interpretaciones que han circulado, el autor ha decidido compartir su punto de vista a través de un artículo de opinión en el que defiende el carácter literario de su obra y responde a las acusaciones recibidas, que han afectado también a otras personas.
Etiquetas, ruido y prejuicios
He querido dejar pasar la Navidad para escribir estas líneas, porque son días de amor y felicidad. Pero no quería quedarme sin dar mi opinión sobre la polémica suscitada tras la presentación de mi nueva novela Hijos del Gol Sur. Novela, repito: novela. Y, por cierto, no es la primera que publico: tienen a su disposición la trilogía Gladius y Grial Montserrat.
En Gladius cuento cómo unos gladiadores contemporáneos pelean clandestinamente por dinero, cómo se parten el cobre en la arena y cómo se matan entre ellos entre sangre, sudor y lágrimas. En Hijos del Gol Sur cuento algunas de las cosas que sucedieron en aquella Barcelona de los años 90: duras, salvajes, trepidantes. Claro. De eso se trata cuando uno escribe una novela y, todavía más, si está basada en hechos reales: en explicar la verdad de una época.
Es una novela narrada en primera persona por un personaje. No es un ensayo ni un libro periodístico. No juzga: simplemente relata.
Sin embargo, hay gente incapaz de comprender algo tan simple. Pero lo peor no es eso, sino que algunos ni siquiera se molestan en intentarlo. Al contrario: exageran, tergiversan y siguen vomitando sus delirios contra todo aquel que no piensa como ellos de forma casi enfermiza.
A la presentación acudieron 246 personas -el recinto tiene contador- y me acompañaron como ponentes Tomás Guasch, MC Juárez, Paco Flores, José Luis Perelló y Quique Iglesias, con Francesc Vía como presentador y moderador. Todos ellos, personas destacadas del entorno blanquiazul y por las que profeso un especial cariño.
Entre esas 246 personas había gente de toda edad y condición: desde el mítico peñista Sr. Cubero con 82 años hasta Matías de ocho años. Representantes de la Fundación, el nuevo director de comunicación del club Andrés Merello, o periodistas históricos del entorno espanyolista como Juan Terrats. Niños, mujeres, abuelos, abuelas… lo que viene siendo un evento plural del entorno del RCDE, como lo es nuestro estadio.
El acto fue muy emotivo: hubo risas, anécdotas y se rememoró una época histórica en la animación del fútbol español en general y del Espanyol en particular, recordando lo que se vivía en las gradas del Gol Sur de Sarrià.
La polémica surge cuando, al finalizar el coloquio, Francesc Vía cedió la palabra al público. Varias personas dieron su opinión y, en una de esas intervenciones, un grupo comenzó a entonar el conocido cántico: “Con el sol se alzarán las banderas y las palmas volverán a sonar, en el fondo solo un grito ya se oyó: adelante força Mágico Espanyol”.
A ese cántico, cuatro o cinco personas añadieron una especie de vitoreo que, desde la mesa del coloquio donde yo me encontraba, sonó a algo parecido a un “olé”, sin que nadie le diera la más mínima importancia.
Pero hete aquí que un vídeo grabado por una de esas personas se viralizó en redes sociales y algunos interpretaron -o quisieron interpretar- que el grito era “Sieg Heil” (saludo a la victoria), una coletilla habitual de ese cántico en el Gol Sur de aquella época.
Ese vídeo de cuatro segundos fue suficiente para que algunos colocaran la etiqueta de nazi a diestro y siniestro: sin miramientos, sin pudor y, lo que es peor y más cobarde, muchos de ellos escondidos tras el anonimato de las redes sociales.
Miren ustedes: yo no tengo problema en debatir con nadie. Nunca. Pero en igualdad de condiciones. Yo muestro mi nombre, mis apellidos y mi rostro. Lo que no voy a hacer es discutir con cobardes, porque es perder el tiempo. Y, he de decir que son bastantes los pericos independentistas con los que tengo buena relación que compran asiduamente mis libros y que se han molestado en conocerme y yo en conocerlos. Porque lo que nos une es el sentimiento blanquiazul y eso ya es suficiente para sentir un lazo especial, alejado de las ideologías particulares de cada uno.
Poner etiquetas como si las personas fuéramos prendas de El Corte Inglés es una costumbre muy extendida entre los profesionales del odio. A un servidor me la colocan constantemente y se empeñan en recordarme que, de mis 51 años de vida, fui concejal 4 años en mi ciudad por PxC hace ya 15 años. Desde entonces no he militado en ningún partido ni he dado opinión política alguna de forma pública.
Prefieren recordarme por eso y no porque el himno rock que suena al inicio de los partidos del RCDE fue idea mía. No porque monté la Minigrada en Montjuïc. No porque llevo desde 1995 colaborando con medios de comunicación hablando del Espanyol. No porque fui el consejero más joven de la historia del club.
No porque fundé una peña del RCDE con unos amigos en Igualada. No porque estuve en la FCPE. No porque fui vicepresidente fundador de la APMAE. No porque me he dejado la piel por nuestros colores toda la vida por todos los campos de España.
Tampoco porque he escrito un libro autobiográfico sobre mi experiencia con el cáncer desde el punto de vista de un perico. Tampoco por mi implicación ayudando a enfermos de cáncer -niños y mayores- aficionados del Espanyol. Ni por haber recaudado el año pasado 15.000 euros, junto a mi amigo Jordi Sabater, en la campaña Pericos contra la ELA.
Te colocan la etiqueta de ultraderechista sin conocerte de nada, sin haber hablado jamás contigo. Miren: voy a hablar por primera y última vez aquí de mis ideas políticas.
Es evidente que es imposible que un servidor sea nazi. Me he criado y educado con unos valores cristianos muy arraigados. Tampoco soy ultraderechista, cuando ni siquiera me considero un hombre de derechas. Y mucho menos liberal.
En algunas cosas soy de izquierdas: en la defensa de los trabajadores, el derecho a la vivienda o la sanidad pública. En otras soy de derechas: la seguridad ciudadana o el control de la inmigración ilegal. Así de simple si de etiquetar se trata.
A estas alturas de mi vida comprenderán que las críticas me afectan poco o nada. He estado dos veces al borde de la muerte en una UCI. Convivo con un cáncer y sigo vivo gracias a un ensayo clínico y a un tratamiento que me tiene, cada dos por tres, entre las paredes de un hospital.
Incluso, egoístamente, reconozco que esta polémica ha disparado las ventas del libro gracias a la intervención de algunos tontainas, como el tal Fonsi Loaiza.
Pero si he querido dar mi opinión es porque me ha dolido sobremanera que todo esto haya afectado a una persona como Francesc Vía. Acusar a Francesc Vía de nazi es tan absurdo como acusarlo de culé. Es un hombre íntegro, que se juega su dinero por difundir espanyolismo, que está siempre donde se le reclama, que comprende la pluralidad existente dentro de la afición del RCDE y la respeta.
Espero que estas líneas hayan servido para aclarar mi posición a quienes son capaces de leer, analizar e informarse sin prejuicios.
De los etiquetadores cegados por el odio y escondidos en el anonimato no podemos esperar absolutamente nada.
Como canta Enrique Bunbury en el tema «Porque las cosas pasan»:
«Estas son mis credenciales,
no hay males que duren más que yo.
Y prefiero cantar rock and roll
donde conviene estar callado».
Robert Hernando
