Actualización, 16:18h Joan García deja de pertenecer a la disciplina del RCD Espanyol tras haber depositado este viernes en la sede de LaLiga los 25 millones de euros correspondientes a su cláusula de rescisión, más el correspondiente IPC; así lo explican fuentes cercanas al club azulgrana, que trasladan que la oficialización no debe tardar en producirse: el Barça ha ordenado el pago de la cláusula del jugador pero ahora falta que llegue a LaLiga y que la patronal valide la operación de forma definitiva. A partir de ese momento, el guardameta de Sallent pasará a ser nuevo jugador del FC Barcelona, poniendo fin de forma definitiva a su etapa como perico.

La noticia, que ha sido objeto de comentarios a lo largo de las últimas semanas, se ha confirmado finalmente, generando como era de esperar una enorme decepción en el entorno blanquiazul. No tanto por el desenlace, que muchos ya daban por seguro, sino por el camino recorrido hasta llegar a él. Joan García, formado en la cantera del Espanyol y hasta hace poco uno de los símbolos del proyecto, había trasladado tras la consecución de la permanencia a varios estamentos del club, en concreto a miembros del staff técnico y a compañeros de vestuario, su decisión de no recalar en el eterno rival y que su futuro estaba en la Premier League. Palabras que, dadas las circunstancias, hoy suenan vacías.
El espanyolismo asiste con resignación al que ya se considera uno de los episodios más dolorosos de los últimos tiempos. Teniendo ofertas firmes y atractivas en lo económico y lo deportivo de otros clubes sobre la mesa, Joan ha optado por la única que implica una ruptura emocional irreversible con buena parte de la afición que lo había apoyado desde sus inicios. Una decisión difícil de justificar, especialmente para quienes confiaron en su compromiso y lo defendieron públicamente en los momentos de incertidumbre.

Desde el momento en que se ha hecho efectiva la cláusula, Joan García deja de ser uno de los nuestros. Su paso al máximo rival no es una salida más. Marca un antes y un después en la relación del de Sallent con la afición blanquiazul, que no olvida su identificación con el escudo y sus gestos recientes, aunque ahora vistos desde una perspectiva muy distinta. Como muchos seguidores han manifestado en redes los últimos días, no se trata únicamente de un cambio de club, sino de una elección de bando.
A partir de ahora, Joan deberá afrontar las consecuencias de su decisión. Su fichaje por el Barça será celebrado por aquellos que durante semanas han trabajado desde determinados medios para facilitar esta operación, construyendo un relato que en algunos casos ha buscado ridiculizar la legítima indignación del entorno perico.

En el Espanyol, mientras tanto, toca reconstruir. La marcha de Joan deja, además de un hueco evidente en lo deportivo, sobre todo un sentimiento de traición difícil de digerir. El club, que ya preveía su salida pero no al otro equipo de la ciudad, deberá ahora actuar con celeridad y firmeza para cubrir esa vacante y encarar con garantías una temporada crucial.
Pese a todo, el Espanyol seguirá. Y lo hará como siempre: defendiendo sus valores, rehaciéndose en la adversidad y con una afición que, más allá de golpes como este, continúa siendo el mayor activo de una institución centenaria. Joan ha hecho su elección. El tiempo juzgará si fue la correcta.
