La reflexión de Aridane Ávila sobre el entrenador del Espanyol, Manolo González:
Manolo no sirve
El otro día, al acabar el partido frente al Real Madrid, uno de mis mejores amigos me escribió: “No sirve. Hoy no es un partido para medir a un técnico del RCDE. El partido es contra equipos más parecidos y ahí pincha mucho Manolo”. En mi alegría posterior a una victoria de tal dimensión no me paré mucho a analizar la frase, pero pasadas unas horas me he ido dando cuenta que tiene más miga de lo que parece.
Mi amigo, una excelente persona, es perico por convencimiento y no por tradición. Podemos decir que supo encontrar el camino a tiempo, en la adolescencia, cuando es más difícil. Y eso le da una perspectiva que a los pericos por herencia, nos cuesta tener.
Los espanyolistas no estamos acostumbrados a identificarnos con la gente que defiende nuestra camiseta. Porque cuando lo logramos, o nos lo quitan o el mito se apaga. Nos movemos en el amor a lo abstracto (el club, la identidad, los valores…) porque es casi imposible poner una cara que en el tiempo permanezca pegada a nuestra camiseta. Y eso es duro, nos resta identificación. Porque más allá de un escudo y unos colores, somos humanos y necesitamos crear mitos que se parezcan a lo que vemos cuando nos miramos al espejo.
Lo que ese malestar y falta de continuidad provoca, es que cuando alguien se acerca a algo parecido a ídolo, nos pongamos tiritas antes de la herida. Que nos surja ese tópico catalán de “no vamos a alegrarnos demasiado, que dentro de poco vendrá el desencanto”.
Por eso, en este panorama actual tan lejano a lo que nuestra historia demuestra que somos, Manolo González es una figura que por manera de ser, planteamientos y éxitos, más se parece a un elemento que una a la parroquia. Y lo logró y lo logra, pero fruto de nuestra insatisfacción generalizada, ya habido sectores que estiman que no, que no es lo suficientemente bueno.
Y ese argumento, es difícil encontrar donde se fundamenta. Dicen que le falta experiencia, como si solo fuese válida la experiencia en la élite, como si González hubiese llegado al fútbol ayer. Dicen que “no vale” e imagino que se refieren a sus conocimientos futbolísticos, basados en la mayoría de opinadores en no tener ninguna titulación homologada por FIFA. Y sí, no hace falta un título para opinar, pero de ahí a afirmar que una persona no es válida para un trabajo va un abismo.
Cogió al equipo en segunda división y logró ascenderlo por la vía más difícil. Aún aparentemente empeorándole la plantilla de cara a la 24/25, hasta el momento está cumpliendo el objetivo. Y no hace falta tampoco ser un erudito del fútbol, para darse cuenta que a base de cesiones y sin gastarse un euro, extraer rendimiento es más una virtud que una realidad.
Hay argumentos para pensar que es la persona adecuada, que con confianza es capaz. Sin embargo, a unos cuantos les parece que es mejor un cambio. Basado en proyecciones futuras, y en partidos que no se resolvieron como ellos esperaban y todos queríamos.
A día de hoy Bordalás parece un gran profesor, un maestro que adorna sus planteamientos con el ya mítico “esto es fútbol, Papá”. Muchos de esos que le veneran, son los mismos que dicen que Manolo no sirve. Solo un punto más tiene el Getafe que el Espanyol. Sin embargo, para algunos ganar al Real Madrid no es un partido para medir a un entrenador.
Tal vez el problema es que para alcanzar el hallazgo de un líder, nos hace falta más artificio y Manolo es demasiado parecido a nosotros. Se emociona, dice tacos en las ruedas de prensa, sonríe, corre la banda al meter un gol y dice lo que siente. Hasta sus referencias con sorna a su extendida alopecia, le hacen aún más común en el país del mundo con más calvos por metro cuadrado. Todo esto, en nuestra diluida identidad identificativa, en esa búsqueda perpetua de un mesías, parece que lo convierten en demasiado mundano para ser bueno de verdad.
Necesitamos ídolos parecidos a nosotros, pero cuando los tenemos no nos parecen suficiente. La eterna insatisfacción de una identidad necesitada de estímulos positivos, demasiado alejados ya en la línea del tiempo blanquiazul.
Mi amigo, que acaba de ser padre, me dice que Manolo no sirve. Que con él volveremos a segunda. Yo, opino lo contrario. Y el tiempo, que como decía J.M. García, es ese juez insobornable que quita y da razones, nos demostrará quién creía en el camino correcto.
De momento, su hijo ya obtiene una enseñanza que le servirá para toda la vida. Y es que el sentimiento blanquiazul puede admitir diferentes opiniones, pero sigue en su camino hacia una unión más perfecta. Y sobre todo, en alcanzar la felicidad. Y eso, si que sirve siempre.
@AridaneAvila