Se puso en práctica el método de evaluación de Rosrschach, ese test que presenta imágenes simétricas formadas por un borrón de tinta. Donde llevábamos unos días viendo monstruos o demonios, la perspectiva cambió a ver flores y pajaritos, porque las respuestas que determinaban las dudas del paciente fueron contundentes y positivas, sin dejar espacio a la ambigüedad de días pasados.
Tras evaluar al grupo, Ramis entendió que Pacheco es más portero eliminándole la responsabilidad de crear juego y paró de cine la última y Calero y Cabrera pueden usarse fácilmente de centrales, si la mancha en defensa es un trabajo de todo el equipo. Omar y Brian, repletos de argumentos, intercambiaron el rol de relevancia, siendo el zurdo determinante y el derecho algo más plano que antes de la lesión.
Gragera eliminó los malos presagios y ayudó a proteger el entramado. Expósito mostró algunas láminas del jugador deseado y Aguado se encumbró por talento, personalidad y conceptos claros.
Si en la primera sesión, a Jofre lo dejaron para el final, en esta se vació hasta ganar las comparaciones; Milla mejoró el ánimo, pero deja demasiado al azar la toma de decisiones. Braithwaite, toma impulso, para liderar el pichichi de la categoría y desbaratar aquellos miedos del verano.
La presión desbocada agotó lo suficiente para realizar los primeros cambios; Salvi aprovechó el desgaste de Clerc y lució bastante, maldigo el palo de Keita porque frena la esperanza de sacarle algo. Óscar se protegió inteligentemente y lo de Sergi es el aviso desde el banco, de cerrar la portería, aunque sea a costa del goleador.
Por ahora, mejora el paciente. Pero el doctor dijo en rueda de prensa qué hay que seguir administrando su receta. Es básica: equipo estrecho, eliminación de riesgos, verticalidad, presión innegociable y ganar para conseguir confianza. Habrá expertos que dirán que la estructura, llega para algo más. A mí me vale con ganar, aunque sea feo. Porque incluso así, tiene su encanto.