Los pericos hemos normalizado lo malo y se nos ha olvidado exigir lo bueno. El club nos quiere dormidos, inmóviles, dóciles, callados. Nos han anestesiado con su discurso de mínimos y, sin darnos cuenta, estamos normalizando su mediocridad.
¿Dónde quedó la maravillosa rebeldía del Gol Sur de Sarrià con mis amigos de la Manigua? ¿Qué fue de nuestro orgullo, antes seña de identidad y hoy convertido en resignación y hartazgo? ¡Despertad pericos! Nos quieren sumisos, mudos y sordos, pero no nos conocen. No saben que el perico nunca se rinde y no va a seguir callado mucho más tiempo ante la falta de proyecto deportivo.
Hemos normalizado las excusas como maquillaje de una realidad que duele. Asumimos que el sufrimiento forma parte de nuestra vida e incluso bromeamos con ello. Aceptamos sin rechistar los malos horarios, los abonos caros, las colas, una rotonda que atasca más que organiza, los robos arbitrales, las ofensas institucionales, los desprecios municipales, el ninguneo mediático y un equipo que no sabe a qué juega. Y callamos. Callamos porque nos han hecho creer que somos pequeños y no tenemos derecho a exigir. Hace cuatro años dimos rienda suelta a la alegría con una clasificación europea in extremis, y poco tardaron en decirnos que la previa de la UEFA Europa League trastocaba la pretemporada.
Normalizamos sus jarros de agua fría. Quisimos pensar que el descenso a Segunda división era un paso atrás para coger impulso, pero olvidamos que en el Espanyol las malas gestiones reciben premio. Nos dijeron que la consolidación en Primera división era un objetivo lógico, y callamos. Nos recordaron de donde veníamos, y bajamos la cabeza. Este año no nos han dicho nada, porque no saben que decir. Normal. Ni nos conocen a nosotros, ni conocen al club. Ellos nunca han vivido finales europeas, ni títulos de Copa del Rey, ni el gol de Coro, ni el Tamudazo, ni un estadio lleno, ni un club con más de 36.000 socios.
¡Somos grandes, pericos! ¡Basta ya de callar! ¡Nuestro futbol base y femenino merecen más! Nos han repetido mil veces que sudaremos sangre para conseguir la permanencia, y ante esto no podemos callar. El RCD Espanyol tiene demasiado prestigio para soportar la humillación de la permanencia, como único objetivo alcanzable. Ellos, directivos y empleados de alto cargo, son los mediocres; no los aficionados, ni mucho menos la entidad.
Ser del Espanyol siempre fue sinónimo de lucha y pasión, de rebeldía e inconformismo. Si hay que protestar delante de las oficinas, protestemos. Si hay que exigir a técnicos y jugadores resultados acorde con sus sueldos, exijamos. Se acabó mirar hacia abajo. ¡Fuera conformismos! Hemos normalizado la mediocridad de nuestros directivos y así no podemos seguir. ¡Reacción, pericos! Reacción o muerte. Si queremos resultados distintos, no sigamos haciendo lo mismo. La SAD es de Chen Yansheng, pero el verdadero RCD Espanyol, el que late con fuerza en nuestro corazón, es nuestro.
¡Defendámoslo como merece!
