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Salvar a Raúl

El pasado jueves estuvo a punto de suceder una catástrofe. La buscó afanosamente Raúl y le ayudó a buscarla el Espanyol. Un Titanic en busca de su iceberg

por Francesc Via
4 de septiembre de 2022

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Salvar a Raúl de sí mismo. O quizá sea mejor decirlo de otro modo: salvar a Raúl de RdT. Esa coraza de superhéroe engominado que se ha fabricado a pulso y que destila desdén y prepotencia. Ese pequeño Cristiano tan genial como antipático. Salvar al extraordinario futbolista que es. Salvarle también de sus malas decisiones, como la que tomó queriéndose ir al Rayo. Echando por la borda su carrera futbolística, dejando en el aire la pregunta de si realmente le importa tal cosa. Salvar a Raúl. Me pregunto si tal cosa es posible. Hay que intentarlo.

El pasado jueves estuvo a punto de suceder una catástrofe. La buscó afanosamente Raúl y le ayudó a buscarla el Espanyol. Un Titanic en busca de su iceberg. Fue la culminación surrealista a un verano absolutamente delirante. Algún día explicaremos todo lo que pasó aquella noche con detalle, pero lo relevante fue que a pesar de que club y jugador pisaron a fondo el acelerador contra el muro, no tuvo lugar el funesto accidente. Dicen que lloró RdT por un desastre que no había podido culminarse. Él no lo veía así. En Madrid le esperaba un equipo donde todavía tiene amigos e incluso familia, su hermano. No le importa que la de Vallecas sea una entidad degradada que depende circunstancialmente del nervio que imprime el entrenador de turno. Con un campo que se cae a pedazos y una directiva enfrentada a su afición. Le daba igual. Ignora Raúl lo que canta el ubetense más madrileño, Sabina: “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”.

No hace falta ser discípulo de Freud para saber lo que buscaba Raúl volviendo al Rayo: sentirse querido. Es una decisión absolutamente emocional, nada meditada. No en vano la tomó él mismo, no sus agentes, que se pasaron todo el verano intentando colocarlo por media Europa infructuosamente. Volver al Rayo era volver a casa. Me temo que Raúl ha llegado a un punto que le da igual todo. Todo es todo. Su carrera. El Mundial, al que ya pocos creen que vaya a ir. Incluso el dinero, pues nadie puede creerse que el Rayo le hubiese pagado lo mismo que gana aquí. Lo lanzó todo por la borda para huir del Espanyol, que ya no es el lugar que le acogió en 2020 reflotando una carrera herida de muerte en Portugal, sino un lugar hostil donde, como él mismo pronosticó en uno de sus enigmáticos posts de julio, ha pasado de héroe a villano.

¿Como salvarle? La afición no es problema. Necesita solo un gol dedicado a la tribuna. Una tarde de gloria para sellar el perdón. La prensa, incluso la más malvada, como esta, no es problema. Nos encanta cantar los goles de Raúl, ilustrar crónicas con su imagen y escribir su nombre en los titulares. Raúl vende más que nadie. La directiva, o lo que sea que tengamos, no es problema. Desean más que nadie que el jugador recupere su cotización. El problema es el vestuario. Pero tampoco es el peor problema. Porque ningún vestuario le cierra la puerta a un jugador que puede hacerles ganar partidos y dinero. El auténtico y verdadero problema de Raúl es RdT. Ese divo de plástico esculpido a golpe de Instagram que debe esconder a un tipo con un ego extremadamente sensible, que tiene que sentirse realmente herido y triste para enviarlo todo a tomar viento solo para volver a sentirse querido.

Solo podemos encomendarnos a Diego Martínez. Me pregunto si tenemos derecho de pedirle esto a alguien a quien hemos negado tantas cosas. Alguien que antepone los códigos del vestuario ante cualquier otra cosa. Desde luego, no podemos pedirle que cambie esta manera de pensar, pues es la auténtica energía de la que depende un proyecto con menos recursos de los necesarios. Pero me temo que es la persona más inteligente y empática que tenemos en la entidad ahora mismo, así que no veo a nadie más capacitado para poder reconducir la situación. Aun así, no se puede ayudar a alguien que no desea que le ayuden. El propio Diego lo ha dejado entrever en más de una rueda de prensa.

Salvar a Raúl. Lo merezca o no. Ya no solo por el Espanyol, ni por él. Ni por los críos que no entienden qué está pasando con su ídolo. Ni por los fans que quieren volver a gritar los goles del delantero. Salvarle por ese insulto a la vida y al fútbol que supone el talento malgastado. Salvar a Raúl porque es lo correcto. Lo que hay que hacer. Lo necesario.

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