En escenario de pandemia, tocaba romper la claustrofobia que sentimos en una categoría de la que en cualquier momento, como el síndrome, parece que no escaparemos fácilmente. Rodeados de asientos vacíos, no se acabó de vencer la ansiedad hasta el primer carrusel de cambios, que algunos pedíamos en la primera pausa de hidratación. D’Artagnan García envió a los tres mosqueteros de la zona derecha a taparse de una bronca bien ganada.
Por segunda semana, un significativo Pacheco. La exigida parada final lo certifica.
Sin novedad de fichajes en la retaguardia, los reyes son los padres y Calero y Cabrera los centrales titulares.
Brian ha añadido a su particular ring de pressing catch, el barro del campeonato y sigue siendo muy bueno.
Ojalá se anuncie pronto la renovación de Pol, timón del yate.
Melamed tiene truco; consiste en descifrar los picos altos y aprovecharlos, porque es cuando más peligro genera.
Gol y asistencia. El bueno del partido en el patio del cole. A estas alturas y rompiendo con la dinámica, el de Lleida se llama “Pelé” Milla.
El gol debería servir para confirmar a Braithwaite como el mascarón de proa del equipo y de la tabla de goleadores.
Óscar, Edu y Lazo, horror, terror y furor, cedieron los remos a Omar, Keidi y Jofre. El lateral hizo de la practicidad su seña, el albanés ya repartió a los 12 segundos de pisar el verde y el extremo jugó sus mejores minutos, mandando un aviso a Salvi: tendrás que pasar por encima de mi cadáver. Dimata, más fuera que dentro y Gragera, acabaron de llevar el barco a puerto.
Dos jornadas con dos rivales tipo de la categoría dejan el mensaje claro: los buenos suben si se iguala la intensidad. Albacete y Racing reflejan fielmente la competitividad de la segunda división. “Cocodrilo que se duerme, cartera” dicen los argentinos del que se confía. Dos partidos ya es suficiente para saber cómo transitar, por el tortuoso terreno que lleva de nuevo a la primera división. Y remar, y remar y volver a remar, remar y remar.