Hace justo dos fines de semana, tras la derrota del Espanyol ante el Leganés y antes de visitar al Sporting de Gijón, hablábamos en este mismo espacio del estado de preocupación en el vivía instalado el espanyolismo y del cuestionamiento que vivía la figura de Luis García. Ya entonces advertíamos que pese a que el equipo seguía en plaza de ascenso directo era necesario mejorar para seguir en la zona alta de la tabla, y que un Luis García situado ya claramente en el ojo del huracán tras las precedentes derrotas necesitaba dar con la tecla para devolver al equipo la frescura y la identidad que con el paso de las jornadas se ha ido diluyendo. Obviamente, tras dos partidos más en que no se ha conseguido el triunfo con una derrota clara y siendo sinceros justa en El Molinón y un empate con un sabor más amargo que dulce en casa ante el Eibar, no solo por la manera en que se escaparon dos puntos en el último suspiro del partido sino por el pobre espectáculo ofrecido por los blanquiazules a lo largo de buena parte del encuentro -no podemos comprar el discurso de Luis García en sala de prensa en el sentido de que el futbol fue cruel con el Espanyol en la noche del viernes-, ese estado de preocupación no ha hecho otra cosa que ir a más. Los pitos que se oyeron dirigidos al equipo ante el Leganés, en una derrota que suponía dejarse un liderato que dos semanas después no hace más que distanciarse, tuvieron continuidad también durante algunas fases del encuentro ante la SD Eibar. Tras esas dos derrotas ante Leganés y Sporting, con la urgente e imperiosa necesidad de volver a sumar de tres ante el conjunto armero y tras haber remontado un partido que se les había puesto muy cuesta arriba, la victoria se les escapó en el último instante, sobre la bocina. La derrota deja a los blanquiazules con un pésimo saldo de tres partidos seguidos sin ganar y además encajando, habiendo sumado tan solo un punto de nueve posibles. Las reacciones de los futbolistas en zona mixta evidenciaban que el palo había sido de los gordos, llegando a afirmar Edu Expósito, en un alarde de sinceridad, que estaban literalmente “hundidos”. Ese mismo sentimiento, sumado al de la más profunda preocupación y en algunos casos al del hartazgo, es el que impera en buena parte de la masa social blanquiazul que ya no parece comprar el discurso oficial de que LaLiga Hypermotion es muy larga y que perder un partido no significa el fin del mundo. La suma de errores en los planteamientos, acierto en los diagnósticos de los técnicos rivales de la forma en que plantarle cara a un Espanyol demasiado reconocible y pobre de ideas y recursos y los ya conocidos errores individuales -el Eibar detectó en minutos que el espacio entre Víctor Ruiz y Brian Olivan era el lugar idóneo para atacar para conseguir el 0-1, y más allá de polémicas arbitrales el gol del 2-2 es un compendio, reconocido por los mismos futbolistas y por el técnico, de cómo no se ha de defender una acción a pelota parada– tienen al límite de la paciencia al entorno, especialmente exigente este año dada la necesidad imperiosa de volver a Primera. Ciertamente, todo el proyecto Luis García podría haber saltado por los aires caso de perder ante el Eibar, un escenario que durante muchos minutos parecía el más factible y al que salvó durante una pésima primera parte un arbitraje ciertamente benevolente y la picardía de Braithwaite. Las sensaciones de que siempre pasa algo en cada partido en contra de los intereses blanquiazules impide ver luz en el camino que debería seguir este equipo para encauzar una trayectoria errática en las últimas semanas.
En un momento en que se acumulan las sensaciones negativas el Espanyol y su técnico Luis García están obligados a despejar dudas de manera inmediata
Si queremos ver la parte positiva de la situación es que el Espanyol fue capaz de sacar un punto en que el escenario pintaba realmente mal con el 0-1, con el equipo huérfano de ideas y con un gol anulado a los armeros del que parecía que difícilmente se podían haber levantado los de un Luis García que sigue en el ojo del huracán. Tácticamente los últimos encuentros lo dejan señalado, en unas ocasiones por las lecciones de los entrenadores rivales y en otras por los errores propios de planteamiento, sin ir más lejos por un cambio de dibujo el propuesto ante la SD Eibar que no funcionó. Un equipo que debe aspirar a ganar la Liga y al ascenso directo ha de tener un cierto equilibrio y este Espanyol, en demasiadas ocasiones previsible y falto de ideas, dista mucho de ofrecer esa imagen, atrapado entre lo que su técnico quiere construir y lo que la capacidad de los futbolistas de los que dispone le permite conseguir. Lo visto las últimas semanas no permite ser demasiado optimistas cara al futuro inmediato, y el técnico, que sigue en un momento muy bajo de popularidad por sus planteamientos y por la sensación de que hay una clara regresión en la idea de juego -no genera tranquilidad con 14 jornadas disputadas lo explicado por los futbolistas en zona mixta en el sentido que aún están adaptándose a los compañeros y a la propuesta del técnico-, debe hallar soluciones si no quiere ver como peligra su puesto. En un momento en que se acumulan las sensaciones negativas, y que incluso comienza a cuestionarse esa etiqueta de que la blanquiazul es la mejor plantilla de la categoría y de si los fichajes del pasado mercado eran los idóneos para mejorar lo existente –que el técnico prefiriese situar un central como Sergi Gómez en el lateral derecho antes de que dar otra oportunidad a Óscar Gil es una prueba palmaria– Luis y los suyos están obligados a despejar dudas de manera inmediata: en este sentido, y queriendo ser optimistas, es perentorio conseguir un triunfo solvente ante la SD Huesca y aprovechar un tramo de calendario que superado este tourmalet en que el rédito no ha sido bueno con dos derrotas ante Leganés (0-1) y Sporting (2-0), el mencionado empate ante el Eibar (2-2) y un único triunfo frente al Valladolid (2-0), es aparentemente más propicio: tras jugar en El Alcoraz, se recibirá en casa a Elche y Alcorcón, y se visitará al Oviedo en el Nuevo Tartiere. Sumar todos los puntos en juego en estas próximas jornadas y dejar de recurrir a excusas manidas es la única fórmula para poder mirar al futuro con optimismo y acabar con este rumor de fondo que amenaza con convertirse en tormenta.