Inherente a las personas, y más en el fútbol, es la búsqueda de excusas que justifiquen el desacierto o la escasez de ideas, cuando el resultado termina en derrota o si las sensaciones negativas se acumulan. Fíjense si será propio del ser humano, que, desde el medievo, una alocución en latín ya fue creada para ello: “excusatio non petita, accusatio manifesta”.
Pacheco sobrevivió a sus propias ‘pachequinhas’; suficiente fue que Óscar, tras convulsa semana de retorno, resumimos en un “no news, good news” que dicen los ingleses; Calero va sin fichas a los autos de choque y Brian se perdió en provocaciones que ni tan siquiera alteraban su ritmo plano. Por cierto, las catapultas de Cabrera desde la banda, que alguien intente peinarlas.
El mando de Gragera no fue suficiente y en su cambio hay señales que no cuadran, mientras Keidi trata de resolver su propio enigma de si está hecho para el derribo o la construcción.
Nico no determinó cuál es la zona que debía dominar y Milla paga esa deuda en un sacrificio más destinado a equipos por la permanencia. Puado a banda natural y sin profundidad se alejó de su hábitat y a Braithwaite no le acompañó ni la puntería ni el resto de compañeros en ataque.
Para obtener resultados diferentes, no hagas lo mismo: Keita deja el sentir de haber desaprovechado un cambio y Aguado, a toro pasado, es fácil decir que debió estar antes. Sergi fue intrascendente y a Ramón no le dejaron correr como a Forrest. Solo Jofre, entendió las necesidades.
Como buen pepino, este Leganés se nos va a repetir hasta la segunda vuelta. Nos deja sabor amargo y mejor no continuar con las frases típicas del alimento. Gijón se presenta como plaza de enmienda, no tanto del liderato, sino de las vibraciones positivas que debe demostrar el máximo favorito al ascenso. No valen excusas, que los tambores de división se empiezan a escuchar. Y el eslabón más débil, es el que se acaba rompiendo. “Dura lex, sed lex”. Es la ley del fútbol. Pero es la ley.