Escribieron en una pared de Alcalá de Guadaira, en Sevilla, ‘emosido engañados’ y gracias a las redes sociales se popularizó el término hasta hoy. Dicen que la expresión se originó en un desahucio y viene al pelo por si hay que llevarlo a cabo en en el timón de nuestro Espanyol, que se autoinmoló en Montilivi, donde el intento de simplificar el fútbol, se convirtió en el enésimo espectáculo de lo contrario a lo que escuchamos en ruedas de prensa.
Pacheco paró lo parable y lo imposible acabó en gol y descompensa su estadística.
Fue Rubén Sánchez el que mayor recorrido ofreció por el carril, cuando estábamos advertidos del peligro por las bandas.
Iba bien Sergi Gómez, pero por inconsciente, restó en una acción que el árbitro no quiso revisarse para si mismo un segundo antes.
Al puzzle le falta la pieza de Brian Oliván y encajamos a Óscar Gil disimulando que no está completo.
La necesidad de cerrar el pasillo defensivo trajo a Vini Souza junto a Gragera y entre ambos no supieron entenderse como tocaba y batallaban por libre.
Solo se vio a Darder con marcador en contra y al eliminar los extremos ficticios que no tenemos.
Se nos había ido a por tabaco y apareció otra vez el Puado con efectos peligrosos para el enemigo.
Debería quedar fuera de toda duda que la posición de Braithwaite es en punta, ganándole en las formas al quejica David López de la previa.
El plan A pasa por Joselu; los entrenadores rivales diseñan abecedarios completos para frenarle a él y al resto.
Lo que cambia una expulsión; del 85’ en adelante vinieron cuatro movimientos: Calero que había jugado de todo, la vuelta de Keidi Bare necesaria para próximas guerras y en el alargue Nico Melamed para ir donde sirve menos, la banda, y Pierre-Gabriel de efectos indescifrables. Antes y después, Denis Suárez entró y salió como señal de la empanada mental del entrenador.
Nos dijeron que iríamos a Champions League y nos acecha la Segunda división. Nos contaron que la dirección deportiva conocía caladeros para pescar y muchos millones después, estamos con hambre. Nos explicaron que un entrenador se había formado y nos daría una identidad de juego y su cabezonería nos está matando. O el dueño toma una decisión inminente o mañana mismo, al lado la pintada que les decía al principio, junto al ‘emosido’ engañados, aparecerá muchas veces, como Bart Simpson en la pizarra, que “no nos lo merecemos”.