Vamos a ser sinceros, ahora que nadie nos ve: que levante la mano quien no torciera un poco el gesto cuando, allá por el verano, el Espanyol anunció el fichaje de Marko Dmitrovic. Para suplir nada menos que a Joan García, el canterano que había sostenido con sus paradas al equipo en los peores momentos y que se fue al Barça dejando un agujero tanto deportivo como sentimental, la apuesta era por un portero de 33 años, que venía de un Leganés recién descendido, con pinta de haber vivido ya sus mejores tardes… y que, además, llegaba justo después de que se frustrara la opción de Leo Román, un nombre que sí había logrado despertar ilusión en buena parte de la afición. La reacción en el siempre activo entorno perico fue automática: que si “esto es eibarizar el Espanyol”, que si “Garagarza se trae a sus colegas”, que si “otro parche más”. Pero en el fútbol, ya se sabe, las palabras vuelan… y los hechos se quedan.
El sustituto que no solo ha tapado el hueco… lo ha hecho desaparecer
Hoy, Dmitrovic no es solo «el sustituto de Joan»: más allá de la etiqueta, ha hecho que para la mayoría de seguidores blanquiazules esa sensación de vacío que dejó el de Sallent con su inesperada y tan poco celebrada elección haya ido desvaneciéndose. Desde bien pronto, pese a algunas vacilaciones y dudas iniciales que despertaron algunas suspicacias, transmitió esa sensación de portero veterano que no necesita adornarse ni recurrir a efectismos baratos para imponerse bajo palos. Con calma, oficio y sin levantar la voz más de lo necesario, ha ido sumando paradas, puntos y respeto tanto dentro como fuera del campo, en la grada. Y eso que en verano hubo un debate intenso: ¿qué interesaba más al equipo, apostar por su experiencia o darle paso a Fortuño, que venía empujando fuerte desde atrás? La respuesta se ha ido escribiendo sola, partido a partido, jornada a jornada. Manolo González lo tiene claro, y no hay discusión: el arco del Espanyol tiene ahora mismo sólo un dueño.
Números que no engañan: uno de los porteros más en forma de LaLiga
Los datos están ahí y son cristalinos. Dmitrovic es el sexto portero con más paradas de toda LaLiga: 49 en quince jornadas. Por delante solo tiene a porteros que juegan en equipos a los que les bombardean constantemente, como Aarón del Oviedo (79), Sergio Herrera (55), Gazzaniga (53) o Radu (52). Pero es que además ha encajado solo 16 goles y ha dejado la portería a cero en hasta seis partidos: Osasuna, Girona, Oviedo, Elche, Celta y Rayo. Eso significa que es el seguro que el equipo necesitaba.
La comparación con Joan, inevitable…
Y claro, es inevitable mirar atrás. Joan, en sus primeros quince partidos de la temporada pasada, encajó 28 goles y solo dejó una vez la portería a cero. A final de curso se fue hasta ocho, sí, pero el arranque fue muy duro. Dmitrovic, en cambio, ha traído calma. Ha logrado algo que pocos porteros consiguen: que no se hable de él. Porque cuando no se habla del portero, es que todo va bien bajo palos.
Más allá del campo: líder silencioso y referencia dentro del vestuario
No es solo lo que para. Es lo que genera. En un equipo joven, con muchas piezas en evolución, tener a alguien que transmite seguridad, que ordena, que lee el juego, que no se altera… es medio trabajo hecho. En el vestuario todos lo respetan, y no hace falta que grite para hacerse notar. Se ha ganado su sitio con naturalidad.
Un momento personal que también suma: nueva etapa en Barcelona
Por si fuera poco, Dmitrovic vive un momento especial también fuera del césped. Acaba de ser padre por primera vez, se ha adaptado a la ciudad con rapidez y se le ve feliz. No está aquí de paso. Tiene contrato hasta 2028 y da la sensación de que ha encontrado en el Espanyol un lugar en el que competir tranquilo.
Garagarza acertó: la “eibarización” se ha convertido en estabilidad
Lo de “eibarizar” parecía casi un insulto al principio. Hoy, visto lo de Dmitrovic, suena más a piropo. Garagarza apostó por un portero que conocía bien -fue quien fichó al serbio para el conjunto armero en 2017, catapultándolo a la élite del fútbol español y ahora apostando nuevamente por él para el proyecto blanquiazul-, a pesar de que muchos lo daban por amortizado, y que se ha destapado como uno de los pilares de este Espanyol que, jornada a jornada, no deja de ilusionar.
A veces, el fútbol va de tener olfato. Y en este caso, el director deportivo, ahora obligado por motivos de salud a ver desde la distancia cómo está rindiendo la plantilla que confeccionó en verano, lo tuvo. Fichó a un veterano, sí. Pero a uno que compite como si tuviera 25 y que está viviendo, sin duda, una segunda juventud defendiendo el escudo blanquiazul.