El 2025 quedará en la historia del Espanyol como el año en que el club cambió de manos. Tras años de desgaste, incomunicación y un vínculo roto con la grada, Chen Yansheng decidi´ño por fin dar un paso al lado. El grupo estadounidense Velocity, liderado por Alan Pace, adquirió la mayoría accionarial en julio. En noviembre, tras la Junta General, Pace fue nombrado oficialmente presidente.

No era un total desconocido en el mundo del fútbol: también es dueño del Burnley inglés, aunque ya ha repetido en varias ocasiones que ambos clubes funcionan de forma autónoma. A su lado, Antonio Dávila y el ya conocido Mao Ye, que ha mantenido su puesto como CEO asumiendo además la vice-presidencia, aunque no sin polémica

Mao Ye: entre la continuidad y la incomodidad
La figura de Mao Ye sigue generando división. Para algunos, es un gesto de transición pactado con Rastar. Para otros, un ancla que representa la era Chen. Lo cierto es que Pace ha optado por una entrada sin estridencias, dejando a Mao en la estructura directiva, al menos de momento, junto a Dávila. El tiempo dirá si este equilibrio entre pasado y futuro es sostenible o solo una fase más del cambio.

Cuentas saneadas, pero heridas abiertas
A nivel económico, el club está mejor que hace años, eso es innegable; de hecho, hay que reconocerle a Chen Yansheng que lo recibió en una situación casi dramática y lo devuelve razonablemente saneado. Durante la Junta se habló de una deuda baja y controlada, herencia de una gestión que, aunque decepcionante en lo deportivo y social, al menos hay que reconocerle y agradecerle a Chen no hundió al club en lo financiero. En otras palabras: dejó un club vendible, pero no hizo en el ámbito deportivo nada memorable. Más bien al contrario.

Ni Champions, ni estadio lleno, ni estrellas. Solo supervivencia. El empresario chino llegó en 2016 prometiendo tocar el cielo en menos de tres años. Se va en 2025 habiendo salido del infierno, tras caer dos veces. Pero la afición merecía más. Mucho más.
Chen Yansheng: promesas rotas y un adiós sin gloria
Chen Yansheng no llegó a cumplir ni los diez años como presidente. Prometió luchar por ser uno de los grandes de Europa. Acabó casi pidiendo perdón por no bajar el telón antes… o se supone, ya que no ha tenido el gesto de despedirse del espanyolismo de manera formal más allá de dos líneas en la carta de convocatoria para la última JGA. Su gestión, marcada por el hermetismo y la frialdad que emanaba de los vídeos pregrabados a los que ha recurrido para comunicarse con el soocio, acabó consumida por la falta de ilusión y el divorcio con la afición.

Su mayor pecado no fue haber fallado, sino haber desaparecido mientras el club vivía sus días más difíciles. Dejó a Mao como parapeto, cerró puertas, evitó focos y acabó siendo símbolo del aislamiento. Eso sí: hay que reconocerle el mérito de sacar al club del pozo econóomico en el que lo heredó, y lo mantuvo a flote, y por eso, incluso los más críticos reconocen que al menos no lo dejó caer como han hecho otros inversores extranjeros en entidades del futbol nacional.
Un relevo que era urgente, inevitable y necesario
Hasta hace unos meses, hablar de la venta del club era el único hilo de esperanza. Hoy, la operación ya es una realidad. El aterrizaje de Alan Pace no ha sido triunfal, como si hubiese aprendido del error que cometió Chen en su día, pero sí respetuoso. Sin promesas inasumibles ni palabras vacías. Ha hablado poco, dejando claro que no es demasiado amigo de los micrófonos y los focos, pero por lo que cuentan ha escuchado mucho. Ha dado esos sí entrevistas, ha asistido a muchos partidos, y una vez analizada la situación ha reconocido que esto no será fácil, pero sí apasionante.

Su presencia en actos como el aniversario del club y su implicación directa ha generado una corriente de optimismo contenida pero creciente. Hay ganas de creer en el nuevo equipo gestor, aunque nadie quiera volver a caer en promesas vacías como sucedió cuando Chen pisó por primera vez Barcelona como nuevo dueño del club.
¿Y ahora, qué?
El reto de Pace y su equipo es enorme. Acabar de reconstruir la relación con la grada, dar estabilidad a la gestión, acercarse a esos 100 millones de cifra de negocio de los que hablaba el «profe» Dávila recientemente, y sobre todo, recuperar el prestigio perdido del club.

Para eso necesitará aciertos deportivos, inversión inteligente y una comunicación que no se esconda cuando pinten bastos. El listón de Chen estaba en este sentido bajo. El deseo de la masa social, muy alto.
Y un punto importante: deberá decidir si la figura de Mao Ye sigue formando parte del futuro o tiene fecha de caducidad.
Un club con heridas, pero con ilusión renovada
El Espanyol de 2025 termina el año en definitiva con una propiedad nueva, unas cuentas razonablemente limpias y una afición que por fin puede ilusionarse sin sentirse ingenua. Y aunque queda muchísimo por hacer, el primer paso ya está dado: cerrar una etapa que ya no daba más de sí.
Chen se va con una mochila de errores y una pizca de reconocimiento por no soltar la cuerda. Alan Pace llega con otra forma de entender el fútbol; ahora falta ver cómo desarrolla su idea sobre el terreno.
