Ahora que acaba el año, y como es tradición, vamos a hacer en días sucesivos un triple balance de lo que han sido estos últimos doce meses para el Espanyol en los apartados tanto deportivo como institucional y social. Hoy para empezar, nos centramos en lo que se ha desarrollado sobre el verde. El primer equipo blanquiazul despide 2025 con 33 puntos en el bolsillo, ocupando la quinta plaza de LaLiga y firmando una racha de cinco victorias consecutivas. Un año que empezó con el corazón en un puño y que termina devolviendo al espanyolismo el orgullo, la ilusión y ese sentimiento de pertenencia que parecía dormido. Lo que hace un año parecía un milagro, hoy es realidad gracias al trabajo de Manolo González, la visión de Fran Garagarza y una plantilla sin nombres rimbombantes pero con muchísimo compromiso.

De la angustia al alivio… y del alivio a la esperanza
El año empezó como casi todos últimamente en clave perica: con el corazón en un puño. Pese a todo, Manolo, tras una reunión clave con el equipo en la pausa navideña y tras la demoledora derrota ante el Girona -Carlos Romero, muy gráficamente, ha habalado directamente que tras decirse las cosas a la cara salió de allí una «conjura»- supo encontrar la tecla de la salvación. Aunque, como esto es el Espanyol y siempre toca sufrir -sin duda, Manolo estallaría en ira si leyese estas palabras- hubo que esperar al último momento para celebrar esa permanencia.

Cinco derrotas seguidas en primavera encendieron todas las alarmas, con titulares demoledores y una grada que temía otro batacazo histórico. El último partido ante Las Palmas fue una final en toda regla. Se ganó. Pero no fue una victoria cualquiera. Fue el primer ladrillo de una reconstrucción emocional que nos ha traído hasta aquí.

Fran Garagarza: bisturí en mano, acertó donde otros fallaron
No tenía recursos. No tenía tiempo. Pero Fran Garagarza se había sacado de la chistera un mercado de invierno quirúrgico. Fichó poco, pero bien: Urko y Roberto cambiaron la cara al equipo.

Pablo Ramón fue una apuesta de futuro. Y a la vez, supo limpiar lo que no sumaba: Cardona, Ünüvar… Garagarza demostró que, con poco, puede hacer mucho. Un milagro deportivo al que solo empañó, ya en noviembre, el infarto que lo apartó momentáneamente de su labor. Pero incluso en UCI, con todo el espanyolismo rezando por su recuperación, su trabajo seguía latente en cada victoria.
La continuidad de Manolo, el pacto que dividió… hasta que convenció
No todos aplaudieron la cláusula de renovación automática por permanencia. Para algunos, una apuesta arriesgada. Para otros, un acto de justicia. El tiempo ha dado la razón a los segundos. Manolo, sin estridencias, construyó un equipo reconocible, rocoso, competitivo hasta el tuétano. Dejó de intentar convencer a los que no creían en él. Y se centró en los que sí: sus jugadores, su staff, su afición.

Un verano que empezó con despedidas… y terminó con ilusión
Se fueron referentes; algunos por decisión propia, otros porque tocaba; el caso que más atención acaparó, el de Joan García, que tomó la más dolorosa de las decisiones eligiendo irse al Barça tras, por mucho que insista en negarlo, asegurar dentro del vestuario que no lo haría.

Pero Garagarza no se puso nervioso. Incorporó experiencia (Dmitrovic, Kike), reforzó con proyección (Riedel, Marcos, Dolan, Terrats) y blindó lo que de verdad importaba: Puado hasta 2030, y como decimos al propio Manolo hasta 2027.
Y volvieron Carlos Romero, una vez más a préstamo, y Urko, esta vez en propiedad. Poco a poco, se fue gestando algo diferente.
Una plantilla sin estrellas, pero con mil razones para creer
Aquí nadie presume de nombres. Pero todos trabajan como si se jugaran la vida. Desde un Dmitrovic imperial hasta el último cambio desde el banquillo. El serbio tapó el mayor agujero cuando Joan se fue al «lado oscuro» provocando un terremoto, un verdadero drama. Pero llegó Marko y hoy nadie se atreve a discutir que está siendo uno de los porteros del campeonato. Seguro, sobrio, salvador. No busca el foco. Solo quiere parar. Y lo está haciendo como nadie.

Urko, que en San Mamés tuvo ese partidazo que todos esperábamos desde su vuelta, ya parece casi nacido en la Dani Jarque. Roberto, máximo anotador del año natural con 10 goles, se ha enchufado y hace cada partido un despliegue físico digo de elogio. Dolan tras un pequeño bache anímico reconocido por él mismo sigue cogiendo ritmo, y los de siempre -Pol, Cabrera, Calero, incluso el tantas veces denostado y hasta silbado Pere Milla- están ofreciendo su mejor versión. A los que toca salir desde el banquillo no fallan cuando salen. Y Carlos Romero… bueno, lo de Carlos es ya pura fantasía, como su gol en La Catedral.
Cierre de 2025: cinco triunfos seguidos y quintos en la tabla
Nadie lo hubiese dicho hace un año. Pero ahí está: el Espanyol acaba el año con 33 puntos, quinto clasificado, y con cinco victorias consecutivas. Lo de San Mamés fue más que un triunfo. Fue la coronación de un equipo que sabe ganar porque ha aprendido a sufrir. El Coliseum, Vallecas, Bilbao… campos donde antes se encajaban goles y sólo provocaban excusas, ahora se recogen puntos y respeto.

¿Europa? Ya no da miedo decirlo
Durante años, la palabra “Europa” ha sido un verdadero tabú en el espanyolismo. Demasiadas ilusiones rotas. Pero este equipo no habla de Europa como meta, sino como consecuencia natural de hacer las cosas bien. Y aunque desde dentro se pide prudencia, desde fuera ya nadie esconde el sueño. Porque no se trata de vender falsas esperanzas, sino de vivir un presente que por fin ilusiona.
60 puntos en 2025: el año que rompió la maldición
Si sumamos la segunda vuelta del curso pasado y esta primera, salen 60 puntos. Y no son cualquier cosa. Son 60 puntos de fe, de identidad, de redención. El Espanyol ha vuelto. Y no solo en la clasificación. Ha vuelto en el alma, en el juego, en el campo y también en la calle, provocando un auge social del que hablaremos en próximas entregas de esta balance 2025.
