“Harto ya de estar harto, ya me cansé”. Así empieza una canción de Serrat, mi cantautor de adolescencia, y cansados ya de estar hartos estamos muchos pericos viendo la deriva de este Espanyol. Es cierto que me cabrea perder contra el Real Madrid. De hecho, me cabrea perder contra cualquier equipo en cualquier campo. Tan cierto como que viendo la triste temporada que está haciendo el RCD ESPANYOL, una más, siento tanta pena e impotencia como ganas de mandarlo todo a hacer puñetas. Soy perico hasta el tuétano y en mi corazón solo caben los colores del cielo, pero no voy a dejar que mi fanatismo distorsione la verdad a mi gusto, ni
mucho menos, me impida hacer autocrítica como perico.
Enésima desilusión. Una nueva temporada triste, larga y cansina que queda reflejada en una clasificación que da pena ver. Tal vez por eso nuestros robotizados y debidamente aleccionados jugadores y entrenador, dicen no estar pendientes de ella cuando salen en rueda de prensa. ¡Bien que hacen! Si mirasen la clasificación, a más de uno se le podría caer la cara de vergüenza.
Un RCDE sin proyecto deportivo, ni económico, ni de marketing, ni social. Un primer equipo masculino coqueteando con el descenso, un filial que se deshincha en Segunda RFEF, un Femenino que ni late, ni sufre, ni padece, y un Juvenil A que mejor no calificar. Objetivos sin definir para que nadie les pueda reprochar no haberlos cumplido, e indefinición institucional que llevan al goteo continuado de desconexión social.
El RCD Espanyol de Barcelona no aprendió nada del pasado descenso. Sus actuales directivos, suponiendo que haya alguien que dirija algún departamento del club, siguen cerrando los ojos a la peligrosa realidad. Cero autocríticas. Cero reacciones. En el Espanyol la culpa es del cha cha cha, o del chen, chen, chen, como ustedes prefieran.
Mediocridad, estancamiento, conformismo alarmante, pericos cansados de estar cansados. Sombras, autómatas y avatares de lo que fue una afición luchadora, que siguen hablando de remar y remar, y señalando al entrenador como quien mira al dedo cuando le muestran la luna llena, para proteger a los que están apoltronados en el palco. Todo el mundo calla, nadie protesta, nadie dice nada. Nos han hecho creer que callar es sumar, y nos lo hemos tragado para ahorrarnos el trabajo de pensar.
¿Responsables? ¡Todos! Incluso los que dan lecciones de buen espanyolismo y confunden animar con desviar la atención. Sentarte delante del televisor para ver un partido del Espanyol es un homenaje al bostezo. Ir al campo, un calvario que subimos como el católico que va a misa de 12 cada domingo. Pericos de quita y pon que se habían ido y han vuelto con Chen, para justificar -ellos sabrán porqué lo hacen- que “somos los 16.000 de siempre” y que ser crítico te convierte en ‘culerdo’.
¡Silencio en la grada, no vayamos a desestabilizar! Quizás tenemos que afrontar que Chen y los suyos, han matado nuestra rebeldía como afición. Quizás tenemos que asumir muchas cosas que nunca habríamos imaginado y duelen. Estamos a un punto del descenso, pero… venga, pericos, aplaudamos, no sea que se depriman los que mandan. Cantemos todos a una: Que bonito es…