El derbi del 3 de enero entre Espanyol y Barça será especial por muchos motivos. Uno de ellos, inevitablemente, es el regreso de Joan García al RCDE Stadium, esta vez defendiendo la portería del eterno rival. Pero más allá del foco mediático que conlleva su vuelta, el partido esconde dos duelos clave: precisamente el de las porterías y también el de los banquillos. Dos zonas del campo, bajo palos y en la banda. que pueden acabar marcando la diferencia.
Joan y Dmitrovic, dos caminos opuestos hacia el mismo objetivo
Joan García vuelve a un estadio que conoce muy bien. Lo hace en un contexto complicado, con un ambiente que no será fácil para él. Su salida al Barça dolió, y no solo por lo deportivo. La forma en que se produjo, tras haber sido uno de los referentes del equipo y afirmar a personas muy cercanas dentro del vestuario que su destino no sería el Camp Nou, todavía pesa en la memoria de muchos.
A nivel de rendimiento, su inicio con los azulgranas ha sido notable: ha encajado solo 9 goles en 12 partidos y está entre los mejores porteros del campeonato, pese a que su objetivo de ser titular con España en el Mundial parece que queda lejos, ante las reticencias de un Luis de la Fuente que parece confiar d emomento en los metas por los que ha venido apostando hasta ahora. En cualquier caso, disquisiciones sobre su encaje en a «Roja» al margen, lo que está claro es que el recibimiento que le espera en Cornellà-El Prat estará lejos de ser amable.
En la otra portería estará Marko Dmitrovic. Sin ruido, sin acaparar focos, el serbio se ha consolidado como una de las piezas más importantes del Espanyol esta temporada. Ha aportado seguridad, madurez y regularidad, justo lo que necesitaba el equipo tras la marcha de Joan.
En cierto modo, representa todo lo que el equipo ha construido en estos meses: fiabilidad, trabajo colectivo y confianza creciente. 7 porterías a cero en 17 encuentros jugados, en un equipo como el Espanyol, un 41% del total, es algo extraordinariamente meritorio.
Manolo y Flick, dos liderazgos distintos que funcionan
El derbi también cruzará a dos entrenadores que han logrado algo muy difícil: conectar de verdad con sus equipos y con sus aficiones.
Manolo González ha levantado al Espanyol desde un momento muy delicado. Heredó un vestuario tocado tras el descenso y unos meses muy complicados en Segunda, donde parecía que el objetivo del ascenso se alejaba irremisiblemente, y ha conseguido formar un grupo sólido, competitivo y comprometido.
Su estilo de comunicación ante los micrófonos directo, sin dobleces, ha calado. Y su forma de entender el fútbol, basada en el orden, el esfuerzo y la gestión de los momentos, ha propulsado al equipo a la parte alta de la tabla.
En el banquillo contrario, Hansi Flick ha liderado un proceso muy diferente. Llegó a un Barça sin rumbo, tras una temporada sin títulos y con muchas dudas. En poco tiempo ha dotado al equipo de identidad, equilibrio y confianza.
Sin grandes discursos ni estridencias, el alemán ha construido un bloque reconocible, con una base joven y ambiciosa que ahora mira al futuro con otra cara.
Estilos diferentes para un mismo reto
El Barça de Flick quiere dominar desde el primer minuto. Busca recuperar pronto, presionar alto y mover el balón con velocidad. El Espanyol, en cambio, sabe esperar su momento. Gestiona los tiempos, defiende con orden y aprovecha cada ocasión. Dos propuestas distintas, pero igual de válidas.
El derbi puede decidirse por un detalle: una parada, un fallo, un balón parado. Pero lo que hay detrás es un trabajo profundo de dos entrenadores que han conseguido que sus equipos crean. Algo que no es sencillo a la hora de gestionar los egos de un vestuario profesional.
Más allá del morbo que genera el retorno de Joan, más allá de la tensión derivada de la rivalidad entre ambos equipos acrecentada esta vez por la presencia dle de Sallent, este Espanyol – Barça será también un duelo de pizarra, de ideas y de gestión emocional. Un derbi de los de verdad.