Hay victorias que se saborean más por cómo se logran que por el qué, y la del Espanyol ante el Sevilla (2-1) es de esas que se clavan. En una noche tensa, con fases grises y otras de pura inspiración, el equipo se sostuvo sobre tres pilares: Dmitrovic, que salvó lo insalvable; Cabrera, que lideró con jerarquía; y Roberto, que volvió a aparecer cuando más falta hacía. Caseiro lo desmenuza todo con su mirada quirúrgica y sentimental. Porque hay partidos que no solo se juegan: se sienten.
Dmitrovic, Cabrera, Roberto; Santísima Trinidad
Gareth Bale escribió su trilogía favorita en una pancarta: “Gales. Golf. Madrid. In that order”. El sabio Luis Aragonés buscó siempre su “columna vertebral”: portero, organizador y goleador. Y el Espanyol va camino de conformar su “Santísima Trinidad”: portero, central y delantero; Dmitrovic, Cabrera y Roberto.
Todo lo que pasó después, es consecuencia de lo que hizo antes Dmitrovic; está sufriendo más de la cuenta Omar, al que le encuentran huecos a la espalda, Calero iba reparando sobre la marcha los choques con Akor Adams, Cabrera invirtiendo la leyenda de que le hacían bueno a él otros centrales y Romero pasó de sorprender a verse sorprendido.
No le afectó a Urko la primera parte y se recuperó en la segunda. ‘Zape’ Expósito se vio sin ‘Zipi’Pol a su lado y se nos perdió más de la cuenta y Terrats aprovechó la oportunidad sumando acciones defensivas.
Dolan volvió a encontrar la chispa con una asistencia a Milla que le redimía del que falló en el inicio y Kike, tan solidario con el equipo como sujetado por los rivales.
El partido tenía fugas y había que impermeabilizar la zona: Pol contribuyó a la labor y Pickel igualó fuerzas y paró el balonazo de la última barrera; Jofre y Roca para poner piernas al cansancio y, me pongo de pie, Roberto, con una actuación ‘tamudiana’ y un gol estratosférico.
No puedo terminar sin acordarme del ‘bigotón’ Azkargorta, por su pasado espanyolista y por una definición de su llegada a la selección boliviana que hago mía/nuestra: “El fútbol se juega como se vive” y añadió, “yo vine a Bolivia por un corazón y no por un balón”. Valga como resumen final para entendernos mejor. O al menos, un poco más.
Juan José Caseiro